miércoles, 23 de diciembre de 2009

Capítulo 2. Cursi.

Me cansé de ver las estrellas porque no siempre daban la respuesta que deseaba. Al final, terminé aborreciéndolas porque su tintineo me daba náuseas y aborrecía tanta felicidad. Mentiría si niego haber pasado algunas noches en vela observando los astros, esperando que uno pasara de forma fugaz para pedirle un deseo que nunca se cumplió.
Siempre me faltó carácter, siempre esperé que otros ayudaran para darle un vuelco a mi vida y que ésta tomara el rumbo que yo no me atreví a seguir.

En muchas ocasiones quise huir dejando todo a mi suerte. Eso sólo me hubiera convertido en un verdadero cobarde que teme darle algún sentido a su vida. Refugiado en decenas de brazos a los que amé sin saber por qué. Llorando un sinfín de ocasiones pero sin dejar de buscar, las lágrimas eran falsas. No he querido a nadie y no lo haré hasta que me tomen desprevenido o me quede en una profunda soledad que me haga sujetarme de cualquier orilla o de cualquier par de ojos, es la única manera.
Hoy quisiera irme de aquí y lanzar todo al carajo porque hoy me siento mal, estoy sin un espacio dónde guarecerme. Parece que no tengo ni un lugar en dónde caer muerto, ese debería de ser el miedo más grande del hombre, no saber en qué sitio descansará por la eternidad.
Por eso, hoy tomo carácter. No me hago el sufrido como siempre. Dejaré de ser cursi o romántico o como quieran nombrarlo, no sirve de mucho sentir. Le doy un sentido a mi vida porque si me suelto de ella, nos lleva la fregada. Desde hoy y aquí a esta altura, nada de compadecerme de mí.
En este instante, viendo a las malditas-benditas estrellas, me lanzaré al vacío. Se murió aquél ser ataviado de culpas y temores por el que no se daba ni un peso. Este precipicio parece lo suficientemente profundo para que se rompa en mil pedazos un alma de por sí rota. Respiro hondo, doy un paso, tomo una gran bocanada de aire y mi cuerpo se estremece ante la altura. Un paso más y la cuenta regresiva comienza.

Tres, dos, uno. Ahora puedo recordar qué me hizo tomar esta decisión.

martes, 15 de diciembre de 2009

Confusión 1a parte

Pude haberme quedado recostado más tiempo, si no hubiera sido porque una de mis tantas confusiones me indicó que ése era un día que no era. Que yo debería de estar en un lugar que no era mi cama y que tendría que hacer cosas que no estaba haciendo.
Me levanté corriendo y despertando a mi cuerpo a base de choques con la puerta del baño y un poco del agua fría que sale de la regadera.
Me bañé rápido para ahorrar líquido y tiempo. Me hacía falta tiempo.
Corrí escurriendo hacia mi habitación, un poco más despierto y comencé a vestirme ante la mirada de los vecinos pues mis ventanas carecían de cortinas. Amaba la atención.
El cabello desaliñado y húmedo hacia notar que no tuve tiempo para arreglarme a conciencia. Tomé una chamarra de cualquier color y cuando estuve cerca de salir a la calle, se me hizo fácil encender el teléfono celular que al iluminar su pantalla, me indicó que ese día era jueves y no el viernes que tanto ansiaba.
Sin más, arrojé el teléfono al sillón, subí las escaleras, tiré la chamarra al suelo y me tiré a la cama sin importar la humedad de mi cuerpo o lo confusa que era mi mente.

Murakami, Haruki. "Sputnik mi amor". Fragmento

"Y entonces lo comprendí. Habíamos sido unos magníficos compañeros de viaje, pero, en definitiva, no éramos más que dos solitarios pedazos de metal trazando su propia órbita cada uno. Desde lejos parecían bellos como estrellas fugaces. En realidad, sólo éramos prisioneros sin destino encerrados cada uno en su propia cápsula. Cuando las órbitas de los dos satélites se cruzaban casualmente, nos encontrábamos. Quizá simpatizábamos. Pero sólo duraba un instante. Momentos después volvíamos a estar inmersos en la soledad más absoluta. Y algún día arderíamos y quedaríamos reducidas a nada".

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Corre, corre, corre

Siempre me mantengo en una constante carrera. Corro a cada momento para evitar perder el tiempo. Trato siempre de crear historias que sirvan para el baúl de los recuerdos y le den un poco más de contenido a esta vida tan vacía. Haciendo todo lo que se me ocurra para tener algo que contar.
No puedo tirarme a la depresión y admitir que todo en mi vida está jodido.
Claro que no, hasta me han felicitado en mis cumpleaños, he visto unos cuantos atardeceres en las montañas, he comido platillos que a todos harían salivar, hasta me han besado.
Siempre estoy corriendo.
Si a lo lejos alcanzo a notar un problema, lo esquivo para evitar detenerme. Si ya estoy metido en él, mi cobardía me hace huir. Nunca me he quedado a observar en qué terminan algunos contratiempos, quizás sea tiempo de enfrentarme a la vida y dejar de estar construyendo mini películas con un intento de final feliz, dejaré que los filmes lleguen al final y si en ellos tengo que morir en la última escena, lo afrontaré.
Pero quiero seguir corriendo, que el aire me dé en la cara y mis pasos vayan aplastando las piedras al pasar. Que la lluvia me moje el cabello cuando me tome desprevenido. Que la noche me persiga hasta el amanecer.
Quiero sufrir lo menos posible para que mientras corra se cure el dolor.
Quiero sentir el amor sólo cuando sea verdadero, si comienza a desvanecerse será mejor seguir corriendo.

martes, 3 de noviembre de 2009

Milagro

Tengo demasiado cabello para ser recién nacido. Quedan unos minutos para la siguiente hora, es de madrugada. Mi mamá cree que tengo alguna enfermedad, todo causado por las 10 horas que duró el dolor traído por el tardado alumbramiento.

Muchos dicen que casi muero, llevándome entre las patas a mi amá (aunque fuera lo contrario, ella me traía entre la barriga y la médula), pero gracias a mi abuelo, ella resistió por un préstamo divino. Eso lo supieron hasta 3 años después, pues mi abuelo nunca confesó haber vendido su alma a un Santo con tal de mi llegada al mundo.
Tal vez, ese hecho debería unirme a la cristiandad.

Soy del tamaño de un antebrazo estirado. La medida perfecta de un recién nacido para ser cargado por las decenas de personas que ven un integrante nuevo del mundo. Un color rojito como el de todos los bebés.

Es algo de lo poco que sé de mi llegada al mundo, no tengo una gran memoria. Mi más vago recuerdo, nos traslada al año 1992. Tengo a penas dos años.

Voy en los brazos de mamá y noto algo extraño por ese cuadrito de al lado.
Es algo que despide mucha luz, un destello rojo casi rosa (que al recordar me causa paz y cierta nostalgia, mi corazón palpita cuando me llega a la mente). No creo saber qué es, pero es lo más lindo que he visto en mi corta vida.
Debe ser lo más espectacular, para haberse grabado en mi mente con tanta claridad. Se trata de mi viaje en avión a Huatulco, fue el primero.
Sé que lo que vi a mi lado es una nube. Lo recuerdo claramente. Además, hay una foto unos instantes antes de despegar, que me dicen que tengo razón.
Parece que soy un niño sin mayor discapacidad física funcional, sólo cierta discapacidad de la memoria (olvido todo). Un toque de hiperactividad que me mantiene en un estado de alerta constante, como un gato. Me gustan los gatos, son tan… independientes y aventureros, quisiera ser como ellos.

Me gusta esto de tener un cuerpo. Puedo correr (cuando pueda) a donde quiera. Usar mis manos para tocar mis pies (cuando alcance) y mirar hacia donde se me antoje (cuando logre enfocar las cosas).
Creo que con un cuerpo como este, todos podemos lograr lo que queramos.
Ya quiero correr y ser libre, si supiera lo que me espera, no importa; quiero pensar que tengo el mundo a mis pies. Correré para hacerlo girar.

Botas Negras

Casi dan las cuatro y media. El Sol ni siquiera parece estar cerca. Da un último vistazo a todo lo que hay en su cuarto. Su rincón, en el que guarda una mezcla de recuerdos, amor, pasado, miedo y las ganas de vivir lo que él quiere.
Toma sus botas en la mano, no quiere hacer más ruido.
Cierra con suavidad su puerta chirriante, que por más que aceitó, nunca dejó de hacer ruido. Hoy por fin deja de hacerlo.
Baja las escaleras, toma el último suspiro de su casa.

Sale sin hacer escándalo, cruza el pequeño vestíbulo, tomando sus llaves azules. La guitarra, ahora está sobre sus hombros. No queda más. Esas botas son calzadas con dificultad por el temblor de sus manos, pero entran dispuestas a acompañar su viaje.

Abre la reja principal y comienza a empujar su motocicleta sin encenderla, no quiere llamar la atención de los habitantes de la casa; quienes hubieran impedido que se marchara, pero ya es tiempo de aventurarse.
Echa una última mirada, rápida y aguantando como se aguantan los que construyen sueños y deja atrás su pasado, sólo para sacarlo cuando olvide lo que es.

Camina a pasos lentos respirando profundamente y esperando estar doblando la manzana para montar su compañera dejando atrás todos los miedos que siempre guardó.
Por fin, hoy se atreve y lo mejor, es que no sabe cuándo regresará.

Buen Día.

Cuando veo tus ojos en el espejo manchado de vaho, al término del baño diario; siento cierta compatibilidad con el brillo que expiden. No creo apreciarte, para eso hace falta conocerte más. Tal vez, sólo sentiría un poco de lástima si murieras. Nada más.
No tienes mucho de extraordinario, podrías pasar inadvertido en cualquier lugar. Con esos ojos apuntando al suelo, tu nariz abultada en la punta, labios secos y rosados sin nada espectacular; además tu sonrisa no está completa aún. El cabello es lo mejor, pues nunca estaría conforme si tuviera eso sobre mi cabeza. Demasiado negro y demasiado liso. Eres raro. A veces ríes dando la cara al Sol, a veces no hay una fuerza más poderosa que te derrumbe. Luego, puedes volverte añicos porque tienes miedo. Podría ser tu doble personalidad, pero no lo sé.
Tu cuerpo es diferente, una parte corta otra larga. Es lo malo de tratar con extrañezas.
Si te dijera todo esto, tal vez tengas un arranque de tristeza y estalles en llanto. Pero es lo que eres.
Esas botas que llevas parece que son más grandes que tus pies.

En las madrugadas que observo tu rutina para dormir dos horas, noto que tengo razón. No sé porqué esa negativa a descansar. Siempre sales con tu excusa de la inspiración nocturna y, según tú, el aburrimiento que te acecha. Lo único que noto es que siempre caes rendido y usas uno que otro momento libre para entregarte al sueño.
Me fijo sólo en tu exterior, no logro asomarme más allá de tus poros. Sé, sólo lo poco, que llegas a mostrar cuando olvidas tu falsa pose.
Que eres un niño, eso creen todos, sé que no es así. Los diálogos que desarrollas conmigo, me han demostrado que sabes actuar bien, prefieres ser así. No he descubierto la causa de tus temores. Cuando seamos amigos, te ayudaré a descubrirlo. Toda tu miseria hace compadecerme de tu estado.
Te daré un consejo, no desperdicies más tu tiempo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Amor Viajero

De nuevo, pero no como nuevo.
Un amor que viaja, pero que se queda encerrado en el hotel del lugar que visitaste. Te pueden usar, sólo, como un transporte para alejarse.
Aquí, aunque el cielo es azul intenso, ya se me empieza a nublar. Nublado sin nubes, sólo azul.
Atestado de claridad, mortificante.
Estoy de nuevo aquí, aunque olvidé algo bajo la cama del hotel...